Sal extraída artesanalmente en la salina romana de Iptuci( Prado del Rey) y en la salina Bartivas (Chiclana de la Frontera)

Las Salinas de Iptuci, en pleno Parque Natural de Los Alcornocales, datan de la edad de bronce y actualmente son las últimas salinas de interior que se mantienen en funcionamiento. Los fenicios ampliaron su estructura para la conservación de alimentos a gran escala, la cual formaba la base económica de la antigua ciudad romana de Iptuci. A lo largo de los años estas salinas se han ido aprovechando, siendo su actividad documentada por primera vez en el s. XIV en el reinado de Alfonso XI. 

Salinas Santa Ana de Bartivás, es una empresa familiar con una trayectoria de más de un siglo. Si bien sus comienzos se remontan a 1903, es en 1927 cuando la familia que la dirige actualmente la adquiere y desde entonces la explota.

La familia que dirige la empresa tiene su vivienda en la misma salina, su lugar de trabajo es su propia casa. Esto se traduce en un tipo de empresa de mucha tradición familiar y con un renombre en la zona. Incluso los trabajadores de verano que extraen la sal, la mayoría son familiares entre sí.

Como resumen de la filosofía de la empresa se podría decir que se basa en la honradez, la tradición, el trabajo artesanal, la dedicación e implicación, el servicio y compromiso con el cliente, la calidad y la comercialización de sus productos naturales, ricos en minerales.

 

FLOR DE SAL

 

La flor de sal es una capa delgada de sal que se forma en la superficie del agua de mar de las eras de cristalización de las salinas marítimas. Su valor gastronómico y organoléptico hacen de esta sal, la sal «gourmet» por excelencia. Es recolectada según técnicas muy tradicionales y de forma artesanal sobre todo en climas cálidos del suroeste de Europa, principalmente en el Atlántico. Su cosecha es muy delicada y se hace manualmente con ayuda de unas pértigas provistas de una fina malla.

Aporta al organismo más de 80 minerales esenciales!

Actualmente sólo se produce en Francia, España y Portugal. Desde las últimas décadas del siglo XX, la flor de sal se ha convertido en un producto de alto valor gastronómico y con una demanda cada vez más creciente en el mercado de los productos artesanales, ecológicos y saludables.